Por Pedro C. Fernández. En el día de ayer, sábado 8 de abril de 2023, se publicaba en el prestigioso diario británico, The Guardian, la noticia de que los océanos y mares del mundo se encuentran más calientes que nunca. Esto es, la temperatura media de las aguas superficiales oceánicas globales se encuentran en valores nunca antes registrados a estas alturas del año.

En la noticia del medio británico, los científicos consultados alertan de que este incremento de las olas de calor marinas, tendrán consecuencias catastróficas en los ecosistemas marinos, y en la frecuencia de fenómenos meteorológicos extremos. ¿Qué hay de cierto en todo ello? Desde Cazatormentas.com, vamos a tratar de analizar la noticia y dar nuestra opinión al respecto. Hay muchas cuestiones que matizar, y desmenuzar.

La temperatura media de las aguas superficiales oceánicas, en terreno desconocido

La temperatura de las aguas superficiales oceánicas (SST, Sea Surface Temperature) a nivel global ha alcanzado un máximo histórico desde que comenzaron los registros satelitales.

Científicos del clima dijeron que los datos preliminares de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA) mostraron que la temperatura promedio en la superficie del océano ha sido de 21,1°C desde principios de abril. Este valor supera el máximo anterior de 21°C establecido en 2016, por una décima.

«Parece que la trayectoria actual se está saliendo de las listas, rompiendo récords anteriores», dijo el profesor Matthew England, científico climático de la Universidad de Nueva Gales del Sur.

Es fácil detectar un tono tendencioso en esa manifestación del profesor. Pero la realidad observando el gráfico arriba, y que podemos encontrar aquí, es que la temperatura por ahora comienza a descender.

Científicos alarmados por la llegada de El Niño al Pacífico

Si seguimos avanzando en la lectura de la noticia en el The Guardian, observaremos que los científicos se encuentran muy alarmados por el cambio de fase del ENSO en el Pacífico. Aún no hemos tenido el cambio de fase, cuando la temperatura media ya está alcanzando estos valores récord…

Tras tres años consecutivos con un ENSO en fase de La Niña, los modelos meteorológicos a largo plazo indican un cambio radical hacia una fase de El Niño.

La llegada de El Niño implica un fuerte aumento de las temperaturas de las aguas en las regiones clave de la cuenca del océano Pacífico.

Históricamente, fases de El Niño se han asociado a periodos en que las temperaturas globales del planeta han alcanzado sus valores máximos. Tanto en temperaturas del aire, como de las aguas superficiales oceánicas.

Obtención de los datos de temperatura de las aguas superficiales oceánicas

Si tienes dominio del inglés, hay multitud de recursos que puedes encontrar para saber cómo se miden estos parámetros. Nosotros te recomendamos este artículo de la NOAA.

Llegados a este punto, hace falta detenernos a analizar varios aspectos de gran relevancia en cuanto al calor que se almacena en los océanos.

Alguien que tenga unos mínimos conocimientos en clima y meteorología sabe que el dato de temperatura de las aguas superficiales oceánicas es un dato con escaso valor intrínseco.

¿Por qué? Porque precisamente la descripción del parámetro SST lo dice: Sea Surface Temperature, o temperatura de la superficie oceánica.

Este parámetro nos da el valor de la temperatura de la lámina superior del océano. Pero en meteorología, lo que es realmente importante, es el calor almacenado por los océanos. Y este valor se expresa con otro parámetro: el OHC, Ocean Heat Content, o contenido de calor oceánico.

Y este parámetro implica un estrato de la masa volumétrica de los océanos. Normalmente, aunque el estrato suele ser variable, se suele tomar como referencia el que va desde la superficie hasta los 700 metros de profundidad. En otros casos, se coge el estrato 0 – 2000 m. de profundidad.

Históricamente, tomar la temperatura del océano requería que los barcos colgaran sensores o recolectores de muestras en el agua. Este método, que requiere mucho tiempo, solo podría proporcionar temperaturas para una pequeña parte del vasto océano del planeta.

Para obtener cobertura global, los científicos recurrieron a satélites que miden la altura de la superficie del océano. A medida que el agua se calienta, se expande, por lo que las estimaciones de la temperatura del océano se pueden deducir de la altura de la superficie del mar.

Para obtener una imagen más completa del contenido de calor del océano a diferentes profundidades, los científicos e ingenieros también utilizan una variedad de instrumentos de detección de temperatura in situ.

Entre ellos se encuentra una flota de más de 3000 «flotadores» robóticos que miden la temperatura del océano en todo el mundo. Conocidos como flotadores Argo, los sensores se desplazan a través del océano a diferentes profundidades.

Aproximadamente cada 10 días, de acuerdo con sus instrucciones programadas, ascienden por el agua, registrando la temperatura (y la salinidad) a medida que ascienden. Cuando un flotador llega a la superficie, envía su ubicación y otra información a los científicos vía satélite y luego vuelve a descender.

Los científicos comparan constantemente datos de satélites, flotadores y sondas para verificar que los valores que producen tengan sentido. Procesan el rango de mediciones para calcular una estimación del contenido de calor oceánico promedio global cada tres meses.

Convertir las temperaturas a julios (una unidad estándar de energía) les permite comparar el calor en el océano con el calor en otras partes del sistema climático de la Tierra.

Contenido en Calor Oceánico, el parámetro más importante

Este parámetro es el realmente valioso, porque es el realmente capaz de inducir cambios importantes en la dinámica atmosférica. Y, dado el caso, de alimentar sistemas meteorológicos relacionados con tormentas, ciclones tropicales, y ciclones extratropicales.

En el artículo de The Guardian, se hace especial hincapié en que este aumento del calor almacenado en los océanos puede exacerbar la actividad de ciclones tropicales.

Es algo que se viene anunciando desde hace años pero que, como se trata de algo sujeto a muchos otros fenómenos, las tendencias no son claras. Esa es la realidad.

La actividad global de ciclones tropicales no presenta tendencias significativas en términos medios, aunque sí de forma local.

Tengamos en cuenta que la actividad de ciclones tropicales depende de fenómenos como el ENSO, oscilaciones multidecadales como la oscilación de Madden Julian, etc.

Si nos ceñimos al hemisferio norte, encontramos datos algo más recientes, y tendencias ligeramente ascendentes.

Sin embargo, hay que tener en cuenta algunas cosas que son MUY IMPORTANTES. Por ejemplo, el espectacular desarrollo de las tecnologías de teledetección. Es decir, de los satélites meteorológicos.

Recientemente hemos padecido temporadas de huracanes en el Atlántico con una actividad récord. Por ejemplo, la de 2021. Pero, como se pone de manifiesto en este análisis, la temporada se caracterizó por muchos sistemas tropicales débiles y de vida muy corta.

Esto es, ciclones que probablemente, en el pasado, hubieran pasado totalmente desapercibidos.

¿Realmente nos enfrentamos a una atmósfera enfurecida?

Que nos encontramos inmersos en un proceso de cambio climático y de calentamiento global es algo irrefutable. Que la actividad humana tiene implicación en este fenómeno? Probablemente. Pero, por definición, un verdadero científico huye de ideas preconcebidas y de sesgos ideológicos.

Y nadie puede negar que el fenómeno del cambio climático y el calentamiento global está sujeto a un profundo sesgo ideológico y de intereses particulares.

Nosotros nos consideramos estudiosos de la materia y evitamos por todos los medios vernos influenciados por esos sesgos. Además, evidentemente, no tenemos ningún tipo de interés, ni económico ni otro, en llevar la razón de alguna u otra manera.

Dicho esto, ¿a qué tratamos de referirnos? Y, en este caso, ¿a qué trata de referirse un servidor, el que escribe?

Fácil, no hay una proporción directa entre la concentración de CO2 en la atmósfera, el calor que se está acumulando en el planeta (en el aire y en los océanos), y las consecuencias que ello está teniendo en el clima.

El sistema climático terrestre es tan complejo, y sujeto a tantas interacciones y variaciones naturales, que es imposible tener una compresión total y global de qué es lo que está ocurriendo y cual va a ser el futuro real de nuestro clima.

El concepto de emergencia climática es un concepto muy peligroso. Y nos suena muy de cerca con la pandemia del COVID-19 recién superada.

Un servidor huye por completo de este concepto, y del de apocalipsis climático. Porque la mitigación del cambio climático está claro a dónde nos va a llevar como sociedad.

Urge avanzar en la comprensión de los procesos climáticos en que estamos inmersos, y urge avanzar en una adaptación a éstos. Por supuesto, también avanzar en una transición energética, sostenible y basada en el sentido común, que no vaya en contra del crecimiento y el desarrollo económico.

Los aumentos detectados en la temperatura de las aguas de los mares y océanos del mundo, quizás aún estén lejos de tener efectos muy acusados. Si entendemos como tales, aquellos que implican un apocalipsis meteorológico.

De forma local, sí se están dejando sentir ya, y desde hace tiempo. En forma de ríos atmosféricos de humedad tropical amplificados, si estos son puestos en juego por sistemas meteorológicos concretos.

En forma de, por ejemplo, provocar noches tórridas en plena canícula en las regiones mediterráneas. Porque un Mediterráneo recalentado impide que las mínimas bajen por las noches en ausencia de vientos, y los niveles de humedad hacen que la sensación térmica sea horrible…

Pueden exacerbar la actividad de algún ciclón tropical en concreto, por obtener este de una fuente extra de energía del océano…

Pero aún estamos lejos de observar huracanes llegando como tales a nuestro país. O de tener temporadas de huracanes en el Mediterráneo, aunque ya tengamos medicanes de vez en cuando (los lleva habiendo desde siempre).

Recordemos que un océano o mar cálido, por sí mismo, no supone absolutamente ningún riesgo, más allá del que pueda haber para la vida marina que albergue (y también aquí hay que relativizar). Huracanes, borrascas, tormentas… se basan en inestabilidad atmosférica. Sin ella, estos sistemas meteorológicos no aparecen.

Es decir, hay que huir de escenarios climáticos apocalípticos, porque no se ajustan a la realidad. Al menos a la realidad que se nos quiere imponer desde ciertos sectores.

Ahora dejamos abierto el debate a nuestros lectores. Eso sí, os rogaríamos evitar el insulto, y promover un debate sano y productivo. Y también lejos de las teorías conspiratorias de la geoingeniería y los chemtralis, que son temas muy manidos ya y que no conducen a ninguna parte.